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El mundo figurado por el hombre se compone lingüísticamente. La realidad está encriptada a través del lenguaje, y esta espera pacientemente ser descubierta gracias a un sencillo observador que sepa entender los mensajes mágicos que pronuncia la naturaleza con su infinito repertorio de semiótica y significado.

El ser humano se diferencia de las especies animales no únicamente por su raciocinio e inteligencia, sino que además, posee una fuerza intrínseca que lo incita a remodelar el mundo, manipularlo, moverlo, modificarlo, y, en esencia, crearlo. Esta fuerza es la dualidad entre la imaginación y la capacidad creativa; la inspiración y la técnica. Gracias a esta ambivalencia, podemos ver cómo autores como Nicolás Maquiavelo, Dante Alighieri o Marqués de Sade han logrado introducir (un tanto por sí mismos, otro tanto por los demás) términos como maquiavélico, dantesco y sadismo, respectivamente, al diccionario universal.

Esa inspiración divina, relativa a una imaginación elevada y una técnica impecable, es lo que comúnmente se denomina arte, cuya raíz etimológica se compone por el término latín ars o artis (obra de suma creatividad) y la palabra griega techne (técnica). La literatura pertenece a las Bellas Artes, junto con la música, la pintura, la escultura, la arquitectura, la danza y el cine. Sin embargo, la literatura es un arte que se diferencia profundamente de estas hermosas actividades: la literatura penetra en el alma del mundo de una forma directa y profunda, llegando a ser, de hecho, el arte con el que más compartimos esencia.

La literatura es fundamentalmente textual e histórica. Consiste en el empleo de palabras ordenadas sintácticamente para relatar experiencias o hechos que comúnmente conllevan reflexiones de todo tipo de naturalezas. Desde los inicios de los tiempos, el hombre se ha contado historias y relatos a sí mismo; quizá este haya sido una suerte de intento por enmarcar su propia identidad en el alma cambiante y efímera del mundo; tal vez estas historias hayan tenido, en primer lugar, el objetivo de no olvidar quién era el ser humano de aquel tiempo, a qué le temía, en qué creía y qué necesitaba. No obstante, sea cuál sea el porqué, gracias a esto los humanos sentimos una atracción indetenible hacia las historias; y es tan imparable este sentido cronológico y literario de la existencia, que nuestras propias vidas se convierten en cuentos, en relatos que traen consigo enseñanzas, juegos, valores y experiencias. Una vez nos alejamos de la vida para inmiscuirnos en la muerte, ¿qué nos espera? ¿No es acaso una transmutación total en historia?… ¿En literatura?

He aquí lo maravilloso de la escritura y la lectura, dos actividades tan complementarias como necesarias para nosotros. George R.R. Martin, autor de la mítica saga de libros Canción de Hielo y Fuego, trasladada a televisión como Game of Thrones, dice que aquel que no degusta libros, está condenado a vivir una sola vida, mientras que el apasionado por la literatura, tiene la gracia de vivir cientos de ellas.

Y no acaba aquí la importancia de la literatura, sino que además, este arte ha sido el método más eficaz para transmitir conocimientos a través del tiempo. Desde El Banquete de Platón, hasta El Arte de Amar de Erich Fromm; todos estos grandiosos textos poseen una marca única e indeleble en el alma del mundo, aquel extraño universo lingüístico que aún no hemos logrado entender del todo, y además, cada uno logra enseñar algo, convirtiéndose la literatura en un aprendizaje perpetuo que escapa del tiempo y el espacio.

Sin embargo, lo literario le guarda quizá su mejor parte no a los lectores apasionados (con mucho mérito ya) por aprehender relatos y conocimiento, sino más bien, a los que se dedican a la escritura de estas maravillosas obras. A través de la literatura, escritores y artistas han conseguido no sólo darle rienda suelta a centenares de ideas indecibles, sino también a liberar su espíritu intranquilo y artístico, haciéndolo volar por rincones de la imaginación que se escapan de la verbalización.

Finalizando, en la literatura no solamente existen géneros narrativos o argumentativos como las novelas, los cuentos y los ensayos, de hecho, una de las partes más importantes de la literatura es la indescifrable poesía, la cual es un intento rítmico del hombre de describir la estética perfecta de la naturaleza. La poesía es la herramienta de la humanidad para inmortalizarse y perpetuar las cosas inefables de la realidad. Los tópicos favoritos de los poetas son el amor, la pérdida, los sitios, los paisajes y las experiencias cotidianas. Los poetas materializan su vida y su alma en versos, volviendo reproducible pasiones e ideales que todos sentimos pero pocos entendemos. La poesía es la fenomenología del espíritu.

A pesar de estar muy lejos de alcanzar a la belleza trascendental del universo, la poesía es, sin duda alguna, una de las actividades más hermosas que ha creado el ser humano. ¿Por qué no culminar este brevísimo recorrido literario con unos grandiosos versos del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco?

“El dolor de la mañana
no alcanzará a ver la luna
porque para sus mil palabras
 el Amor tiene una...

No es que la pena sea más grande,
es cosa de Dios,
que hace una pequeña y otra grande
y grandes las dos.”

Extracto del poema COMPLEMENTO, de Andrés Eloy Blanco. Caracas, 25 de agosto de 1928

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