Cuando nos mencionan esa palabra, solemos pensar en un pintor, escultor, un retrato, Da Vinci, Soto y un sinfín de referencias artísticas del pasado, complejas, y anticuadas. Incluso llegamos a pensar que sólo disfrutamos el resultado de magníficas obras de grandes maestros y que tenemos que ser un genio para realizar cosas parecidas; algo que encante, impacte y cautive.
En realidad, el arte está más cerca de nosotros que de cualquier otra cosa. Se manifiesta en la labia que les metemos a los profesores cuando no entregamos una tarea, en la música que escuchamos o cuando cortejamos a una chica. Si lo pusiéramos en términos más sutiles, podemos decir que el arte juvenil venezolano es locuaz, versátil y bohemio.
Tenemos la capacidad de hacer arte por nuestros propios medios. Sin embargo existen lugares o recintos en los que la expresión artística parece concentrarse, como las salas del Teatro Teresa Carreño ¿Quién no se ha deslumbrado con El Cascanueces o las diferentes presentaciones de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Venezuela? El arte siempre va más allá. En el caso del teatro, es manifestar una realidad desde el mundo del artista en tarima, dejando a un lado tu nombre para enrolarte en un papel diferente e impregnarle parte de tu propia esencia.
Pienso que de eso se trata el arte, de entregar la mejor versión de ti, la más pura, para canalizarla en cualquier actividad, ya sea en la música, en el teatro o una presentación, el arte siempre te acompañará. Es como un show: sin actor no hay presentación, sin arte, no hay vida.